Este período es contemporáneo con la dinastía de Jehú en Israel. El fin del reinado de Azarías (Uzías) no
ocurrió en 750 AC, pero esta fecha señala el principio aproximado del nuevo
imperio asirio, cuando Israel y Judá quedaron fatalmente implicados en las
conquistas asirias, cada vez más abarcantes.
Siendo que Jotam, hijo de Azarías, fue nombrado corregente con su padre
en 750 AC, esta fecha es un hito conveniente para este estudio de la historia
del reino de Judá.
Cuando
Ocozías de Judá fue muerto por Jehú en 841 AC, Atalía, la madre de Ocozías, se
apoderó del trono durante seis años (841-835 AC). Hija de la cruel e inescrupulosa Jezabel de
Israel, hizo exterminar a "toda la descendencia real" a fin de
asegurar su propio gobierno. Sin
embargo, sus secuaces pasaron por alto al principito Joás, que fue rescatado
por el sumo sacerdote Joiada y su esposa Josaba, hermana del extinto rey (2
Reyes 11:1-3).
Joás
(835-796 AC), educado en el hogar de Joiada, fue puesto en el trono por éste a
la edad de siete años, y el ejército mató a la malvada reina Atalía (2 Reyes 11:4-21). Mientras el joven rey permitió que Joiada
guiase sus asuntos, actuó en una forma prudente y piadosa; eliminó el culto a
Baal y realizó extensas reparaciones en el templo (2 Reyes 12:1-16; 2 Crónicas
24:1-14). Sin embargo, después de la
muerte de Joiada, Joás se volvió indiferente, y hasta hizo morir apedreado a
Zacarías, hijo de su benefactor, por haberle reprochado sus malas obras (2
Crónicas 24:15-22). Cuando Hazael de
Damasco marchó contra Joás, éste trató de apaciguarlo dándole algunos de los
tesoros del templo. Este acto de cobardía, junto con el asesinato de Zacarías y
agravios domésticos y religiosos, evidentemente dio como resultado una profunda
oposición. Fue asesinado por sus propios
siervos y sepultado en la ciudad de David, pero no en los sepulcros reales (2
Reyes 12:17-21; 2 Crónicas 24:25).
Su
hijo Amasías (796-767 AC) eliminó primeramente a los asesinos de su padre y se
consolidó en su puesto. En sus planes
para reconquistar a Edom, que antes había pertenecido a Judá, contrató a
100.000 mercenarios, pero más tarde los despidió por indicaciones de un varón
de Dios. Con sus propias fuerzas judías obtuvo
una victoria sobre los edomitas y conquistó la capital edomita, Sela o Petra. Mientras tanto, los mercenarios despedidos
saqueaban las ciudades del norte de Judá.
Como resultado de su victoria sobre los edomitas, Amasías se ensoberbeció
y desafió a Joás de Israel para que pelease con él. Esta imprudencia tuvo resultados desastrosos,
porque Judá se convirtió prácticamente en un vasallo de Israel. Habiéndose apartado también del verdadero
Dios, perdió la confianza de su pueblo.
Fue asesinado en Laquis (2 Crónicas 25:1-28).
A
Amasías le sucedió su hijo Azarías, cuyo segundo nombre -probablemente nombre de
gobierno- fue Uzías (790-739 AC). Su
reinado se describe como justo y próspero.
Fomentó el desarrollo económico del país (2 Crónicas 26:10), y reunió un
ejército grande y bien equipado (vers. 11-15).
Esto le permitió llevar a cabo campañas victoriosas contra los filisteos
y árabes (vers. 7), y recuperar a Elat (Ezióngeber) sobre el golfo de Akaba (2
Reyes 14:22), como también, probablemente, el territorio edomita que se hallaba
entre Judá y el golfo mencionado. Los
amonitas creyeron prudente comprar su favor por medio de obsequios (2 Crónicas
26:8). Durante su reinado debe haber
ocurrido un gran terremoto que fue recordado durante siglos como un suceso
extraordinario (Amós 1:1; Zacarías 14:5).
La
debilidad política de Egipto y Asiria, que había ayudado a Jeroboam II a hacer
de Israel una nación próspera y poderosa, favoreció igualmente a Uzías, con el
resultado de que en 750 AC los dos reinos combinados tenían aproximadamente la
misma extensión que habían tenido los reinos de David y Salomón. Este fue el último período de prosperidad
hebrea. La ascensión al trono de
Tiglat-pileser en 745 AC y el renacimiento consiguiente del imperio asirio
señalaron el principio de una rápida decadencia del poder tanto de Israel como
de Judá.